miércoles, mayo 27, 2009

Sobrenatural.

Sofía soltó su cabello, con prisa se enfundó en el vestido de tul color rosa, colocó un collar de perlas largas sobre su cuello, y caminó sobre unas zapatillas amarillas hasta la puerta de su casa.
Sus ojos como lunas reflejaban en plomo un cielo nublado, se sentó al borde de la barandilla y miro hacia el parque.
El viento arreciaba y las copas de los árboles se movían con fuerza, mientras la temperatura disminuía de forma sutil, Sofi confiaba en que pronto comenzaría a llover.
Tomó un paraguas rojo, y se acercó con los pies ahora desnudos hasta la banqueta, apuntó con los dedos rígidos una banca color cobre que estaba cerca del resbaladero, su piel se erizó al hacerlo, presentía un encuentro, quería enamorarse.
Llegó de puntillas hasta los columpios, y comenzó a mecerse despacio, para lograr que su movimiento fuera más rápido, de vez en vez se apoyaba en el suelo, la arena lograba hacerle cosquillas cuando se colaba por sus dedos, ella reía plácida y convencida de que iba a mojarse.
Los rayos iluminaron la ciudad, las lámparas del parque empezaron a encenderse una a una, el aguacero trastornaba las formas desde los ojos de Sofía, su cuerpo empapado comenzaba a sentir frío, delicadamente pusó una mano en su pecho, y con la otra se subió el vestido, de repente una lengua de fuego rozo su espalda, desvió con movimientos excitantes su cabellera empapada, y lamió con una fuerza perturbadora su cuello, ella sintió como los dedos de sus pies se engarruñaban, su respiración se aceleraba, la temperatura de su cuerpo empezaba a quemar sus ideas, trató de darle algun nombre, pero sus palabras se volvieron gemidos, su cuerpo se estremecía con escalofríos, mientras que su vientre se contraía repetidamente con abrupción.
Abrió los ojos para descubrir la cara de quien le hacía el amor, pero las gotas de lluvia habían borrado los rastros, y no había manera de descubrir siquiera una sombra, puesto que las luces con la fuerza de los truenos se apagaron.
Sofía aprovechó la oscuridad para vestirse de tul, marco sus huellas en el fango y después en el asfalto, detuvo sus pasos sobre el tapete en la entrada, subió corriendo las escaleras, tomó a tientas los fósforos de una cajonera, y encendió unas velas, alumbró su habitación para descubrir con sorpresa que un hombre de agua la esperaba sobre su cama.